domingo, 23 de enero de 2011

Olvidarse de vivir




Justo ayer tuve una conversación interesante con una buena amiga, donde nos pusimos a hablar sobre el ritmo de vida que llevamos, olvidándonos en la mayoría de las ocasiones de lo que realmente le da sentido a la vida, de lo que nos gusta, de lo que nos hace felices, de lo que nos motiva o de lo que nos ayuda a seguir adelante. Normalmente, esas pequeñas cosas de la vida nunca suelen ocupar un eje central en nuestra rutina, relegándolas a un segundo plano, en el mejor de los casos, cuando no son reprimidas u olvidadas.

Todo vino a colación de una reflexión sobre la situación actual a la que nos enfrentamos los recién titulados universitarios. Uno tiene la sensación de haber dedicado cantidades ingentes de tiempo a esforzarse sin conseguir ningún fruto a día de hoy. Y lo peor es la respuesta de las personas que intentan ayudarte: "Bueno, tú sigue formándote, que eso es siempre bueno". Pero vamos a ver, es que... ¿nunca va a ser suficiente? Pues parece que no, porque vayas donde vayas, eches la beca que eches, te inscribas en la oferta en que te inscribas, siempre hay algún friki sin vida que tiene más títulos que tú.

Y sí, digo friki sin vida, porque este sistema nos está convirtiendo en eso, en máquinas autómatas que tienen que vivir para trabajar y pagar una hipoteca a 50 años. ¿Cuanta gente ha firmado préstamos e hipotecas sin pararse a pensar que se ha enrolado en un sistema que solo favorece a unos pocos? ¿Cuanta gente realmente se ha parado a reflexionar sobre los inconvenientes del fracasado sistema capitalista actual? Creo sin duda que esta sociedad necesita una reflexión profunda sobre sus valores y sobre los pilares sobre los que se sustenta. No es posible que la vida de las personas se dedique por completo a trabajar en una empresa 12 horas al día, cobrando un sueldo que apenas le permite llegar a fin de mes, soportando lo insoportable y sin tiempo para disfrutar de sus hijos, de su familia, de su entorno, en definitiva de su vida. Pero eso sí, mientras tanto unos pocos poderosos, sentados en sus tronos tapizados de billetes de 500 euros (el euro, el mayor invento del milenio... sin duda para las clases con mayor poder adquisitivo, claro) se encargarán de recordarte quién eres, por qué estás aquí, y qué es lo que tienes que hacer si no quieres causar problemas al sistema.

Yo no quiero formar parte de este sistema asqueroso, que me niega la oportunidad de ser quien quiero ser, de dedicarme a lo que quiero, de defender la libertad sin hipocresía, sin segundas intenciones, sin maldad. Porque me gusta la transparencia, decir lo que pienso y vivir sin miedo. Por todo ello, escribo esto hoy. Porque estoy harto y cansado. Porque son mis principios, a mis 26 años.

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